Por Jaime Giannelloni, Astrónomo UNAB

Chile con sus cielos claros y su vasta extensión de observatorios astronómicos, se ha convertido en un faro para la exploración del universo.

La bóveda celeste contempla un espectáculo que pocos lugares del mundo pueden ostentar. Este paisaje nos ubica frente al cosmos en toda su magnificencia, invitándonos a reflexionar ¿de dónde venimos?, ¿estamos solos?, ¿cuál es nuestro destino cósmico?

Interrogantes que hoy cobran renovada vigencia en la astronomía del siglo XXI. Una disciplina que ha experimentado fascinantes e inesperados descubrimientos en las últimas décadas, gracias a observatorios como ALMA o el Very Large Telescope del Observatorio Europeo Austral, Chile se ha consolidado como capital mundial de la observación astronómica.

Profesionales buscando evidencias de la formación del cosmos, cartografían la Vía Láctea o identifican exoplanetas que orbitan estrellas lejanas y gracias a sus investigaciones, se amplían las fronteras del conocimiento humano sobre el universo que nos rodea.

Pero el desarrollo astronómico del país no puede limitarse solo a la investigación y tecnología. Es también fundamental expandir entre los chilenos de a pie este conocimiento, transmitiendo el encanto de la exploración celeste mediante un lenguaje cercano y actividades que conecten con la vida cotidiana de las personas.
Especialmente en el sector educativo donde es importante cautivar a las nuevas generaciones, incentivando vocaciones científicas desde temprana edad.

De este modo, la astronomía trasciende su dimensión puramente técnica y se incorpora como un elemento que enriquece la identidad, la cultura y la imaginación colectiva.

Tal como Neruda evocó la noche estrellada en sus poemas, los astrónomos chilenos contemporáneos, tenemos el deber de poetizar el cielo.

Para eso es clave insistir en el rol de la divulgación y promover una “cultura astronómica” para valorar el aporte de esta ciencia milenaria a la humanidad e inspirarse con la magia de nuestro cielo.

En definitiva, necesitamos que todas las personas comprendan que somos Viajeros espaciales a bordo de una mota de polvo cósmica llamada Tierra.

La divulgación astronómica no solo educa; también inspira.